· Guía Espiritual · Libro I · Capítulo V ·


                                                 · Capítulo V ·

Prosigue lo mismo, declarando cuántas maneras hay de devoción y cómo se debe despreciar la sensible y que el alma, aunque no discurra, no está ociosa


"33. Dos maneras hay de devoción: la una es esencial y verdadera; la otra, accidental y sensible. La esencial es una prontitud de ánimo para bien obrar, para cumplir los mandamientos de Dios y hacer todas las cosas de su servicio, aunque por la flaqueza humana no se pongan en ejecución como se desea (S. Thom., 2. 2. q. 82, arto 1; Suárez, De relig., II, lib. 2, cap. 6, núms. 16 y 18). Esta es verdadera devoción, aunque no se sienta gusto, dulzura, suavidad ni lágrimas; antes suele tenerse con tentaciones, sequedades y tinieblas.

34. La devoción accidental y sensible es cuando a los buenos deseos se le junta blandura de corazón, ternura, lágrimas u otros afectos sensibles (S. Bern., Serm. I. Nativ. Dom.; Suárez, ibid.; Molina, De oratione, cap. 6). Esta no se ha de buscar, antes es lo más seguro tener la voluntad desapegada y despreciarla, porque a más de que suele ser peligrosa, es de grande embarazo para hacer progreso y pasar adelante en el interior camino. y así sólo debemos abrazar la devoción verdadera y esencial, la cual siempre está en nuestra mano el procurarla, y haciendo cada uno de su parte lo que pudiere la alcanzará, ayudado de la divina gracia. Y ésta se puede tener con Dios, con Cristo, con los misterios, con la Virgen y con los santos. (S. Thom. y Molina, ibid.)

35. Piensan algunos cuando se les da la devoción y gusto sensible que son favores de Dios y que ya entonces le tienen, y toda la vida es ansiar por ese regalo; y es engaño, porque no es otra cosa que un consuelo de la naturaleza y una pura reflexión con que el alma mira lo que hace, la cual impide que se haga ni se pueda hacer nada ni se alcance la verdadera luz ni se dé un paso en el camino de la perfección. El alma es puro espíritu y no se siente; así los actos interiores y de la voluntad, como son del alma y espirituales, no son sensibles, con que no conoce el alma si ama ni siente las más veces si obra.

36. De ahí inferirás que aquella devoción y gusto sensible no es Dios ni espíritu, sino cebo de la naturaleza, y así debes despreciarle y no hacer caso y perseverar con firmeza en la oración, dejándote guiar del Señor, que él te será luz en las sequedades y tinieblas.

37. No creas cuando estás seca y tenebrosa en la presencia de Dios por fe y silencio que no haces nada, que pierdes tiempo y que estás ociosa, porque este ocio del alma, según dice San Bernardo, es el negocio de los negocios de Dios: Hoc otium magnum est negotium. Y más abajo dice: «La ociosidad es no vacar a Dios, porque éste es el negocio de todos los negocios: Otiosum est non vacare Deo, immo negotium negotiorum omnium hoc est» (Tract. de vita solit., t. 5, cap. 8).

38. Ni se ha de decir que le está ociosa el alma, porque aunque no obra activa, obra en ella el Espíritu Santo. A más que no está sin ninguna actividad, porque obra, aunque espiritual, sencilla e íntimamente. Porque estar atenta a Dios, llegarse a él, seguir sus internas inspiraciones, recibir sus divinas influencias, adorarle en su íntimo centro, venerarle con un pío afecto de la voluntad, arrojar tantas y tan fantásticas imaginaciones que ocurren en el tiempo de la oración, y vencer con la suavidad y el desprecio tantas tentaciones, todos son verdaderos actos, aunque sencillos y totalmente espirituales y casi imperceptibles, por la tranquilidad grande con que el alma los produce."

                                                            
                                                           Guía Espiritual de Miguel de Molinos, Libro I, Capítulo V