· Guía Espiritual · Libro I · Capítulo X ·



                                                · Capítulo X ·

Prosigue lo mismo

"59. Para que el alma sea habitación del Rey celestial es necesario que esté limpia sin género de mancha, por eso el Señor como al oro la purifica en el fuego de la horrible y penosa tentación. Es cierto que nunca ama más ni cree el alma que cuando anda con estas tentaciones afligida y trabajada; porque aquellas dudas y recelos que la circuyen, si cree o no cree, si consiente o no consiente, no son otra cosa que finezas del amor.
60. Bien claramente lo manifiestan los efectos que quedan en el alma, que de ordinario son un desabrimiento de sí misma, con un profundísimo conocimiento de la grandeza y omnipotencia de Dios. Una gran confianza en el Señor, que la ha de librar de todos los riesgos y peligros, con mucha mayor fortaleza en la fe, creyendo y confesando ser Dios el que da las fuerzas para sufrir el tormento que ocasionan estas tentaciones, porque fuera imposible resistir naturalmente un cuarto de hora, según la fuerza y vehemencia con que algunas veces aprietan.
61. Debes, pues, conocer que tu mayor felicidad es la tentación, y. así cuando más te apretare has de alegrarte con paz, en vez de entristecerte, y agradecer a Dios el beneficio que te hace. El remedio que has de tener en todas estas tentaciones y abominables pensamientos es despreciarlos con una sosegada disimulación, porque no hay cosa que más lastime al demonio, como soberbio, que verse despreciado y que no se hace caso de él ni de lo que nos trae a la memoria. y así te has de portar con él como quien no lo oye, y has de estarte en tu paz sin inquietarte y sin multiplicar razones y respuestas, porque no hay cosa tan peligrosa como trabar razones con quien tan presto nos puede engañar.
62. Los santos, para llegar a serlo, por este penoso medio de la tentación pasaron, y cuanto más santos llegaron a ser, mayores tentaciones padecieron. y aun después que llegaron a ser santos y perfectos, permite el Señor sean tentados con vehementes tentaciones, para que sea mayor su corona y para reprimir en ellos el espíritu de la vanidad, o por no dar lugar a que entre, trayéndolos así seguros, humillados y desvelados del estado que tienen.
63. Finalmente, has de saber que la mayor tentación es estar sin tentación; y así debes alegrarte cuando te acometiere, y resistir a ella con paz, confianza y resignación, porque si quieres servir a Dios y llegar a la alta región de la interior paz, por esta penosa senda de la tentación has de pasar, con estas pesadas armas te has de vestir, en esta cruel y abominable guerra has de batallar y por este fuego abrasador te has de pulir, renovar y purificar."

                                                                             Guía Espiritual de Miguel de Molinos, Libro I, Capítulo X