· Guía Espiritual · Libro I · Capítulo XI ·



· Capítulo XI ·

Se declara qué cosa sea recogimiento interior, y cómo se ha de portar el alma en él y en la espiritual guerra conque el demonio procura perturbarla en aquella hora

"64. El recogimiento interior es fe y silencio en la presencia de Dios. Por aquí te has de habituar a recogerte en su presencia con una atención amorosa, como quien se entrega y une a Dios con reverencia, humildad y sumisión, mirándole dentro de ti misma en lo más íntimo de tu alma, sin forma, especie, modo ni figura, en vista y general noticia de fe amorosa y oscura, sin alguna distinción de perfección o atributo.
65. Allí estarás con atención y vista sencilla, con advertencia tranquila y llena de amor al mismo Señor, resignándote y entregándote en sus manos para que disponga y ordene en ti según su beneplácito, sin hacer reflexión a ti misma, ni aun a la misma perfección. Allí cerrarás los sentidos poniendo en Dios el cuidado de todo tu bien, con una soledad y total olvido de todas las cosas de esta vida. Finalmente, la fe ha de ser pura, sin imágenes ni especies; sencilla, sin discursos; y universal, sin reflexión de cosas distintas.
66. La oración de recogimiento interior está figurada en aquella lucha que dice la Escritura tuvo toda la noche con Dios el patriarca Jacob, hasta que salió la luz del día y le bendijo; porque el alma ha de perseverar y luchar con las dificultades que sintiere en el recogimiento interior, sin desistir hasta que le amanezca la luz y el Señor la dé su bendición.
67. Aun no bien te habrás entregado a tu Dios en este interior camino, cuando todo el infierno se conjurará contra ti; porque una sola alma recogida interiormente en su presencia hace más guerra a los enemigos que mil de las otras que caminan exteriormente, porque saben la infinita ganancia de una alma interna.
68. Más estimará Dios en el tiempo del recogimiento la paz y resignación de tu alma en la variedad de pensamientos impertinentes, importunos y torpes, que los buenos propósitos y grandes sentimientos. El propio esfuerzo que harás para resistir los pensamientos, sabe que es impedimento y dejará a tu alma más inquieta; lo que importa es despreciarlos con suavidad, conocer tu miseria y ofrecer a Dios con paz la molestia.
69. Aunque no puedas salir del afán de los pensamientos ni sientas luz, consuelo ni espiritual sentimiento, no te aflijas ni dejes el recogimiento, porque son asechanzas del enemigo; resígnate entonces con fortaleza, padece con paciencia y persevera en su presencia, que mientras de esta manera perseverares se aprovecha interiormente tu alma.
70. Pensarás por salir seca de la oración, de la misma manera que la comenzaste, que es falta de preparación y que no sacas fruto; es engaño, porque el fruto de la verdadera oración no está en gustar de la luz ni tener noticia de las cosas espirituales, pues éstas se pueden hallar en el entendimiento especulativo sin la verdadera virtud y perfección. Sólo está en padecer con paciencia y perseverar en fe y silencio, creyendo estás en la presencia del Señor, volviendo a él tu corazón con quietud y pureza de intención, que mientras de esta manera perseverares tienes la única preparación y disposición que en este tiempo necesitas, y cogerás infinito fruto.
71. Es muy ordinaria la guerra en este interior recogimiento. Dios por una parte te privará de la sensibilidad para probarte, humillarte y purgarte. Por otra te acometerán los enemigos invisibles con continuas sugestiones para inquietarte y estorbarte. Por otra te atormentará la misma naturaleza, enemiga siempre del espíritu, que en privándola de los gustos sensibles se queda floja, melancólica y llena de tedio, de manera que siente el infierno en todos los espirituales ejercicios, y especialmente en el de la oración, y así la aflige sobremanera el deseo de acabarla, por la molestia de los pensamientos, por el cansancio del cuerpo, por el sueño importuno y por no poder refrenar los sentidos, que cada uno por su parte quisiera seguir sus gustos. Dichosa tú, si en medio de este martirio perseveras.
72. Acredita todo esto con su celestial doctrina aquella gran doctora y mística maestra Santa Teresa en la epístola que escribió al obispo de Osma para instruirle cómo se había de portar en la oración y en la variedad de pensamientos importunos que acometen en aquella hora, donde dice: Es menester sufrir la importunidad del tropel de pensamientos e imaginaciones importunas e ímpetus de movimientos naturales, así del alma, por la sequedad y desunión que tiene, como del cuerpo, por la falta de rendimiento que al espíritu ha de tener (8. de su Epistolario).
73. Estas llaman sequedades los espirituales, pero muy provechosas si se abrazan y sufren con paciencia. El que se enseñare a padecerlas, sin rehusarlas, sacará infinito provecho de este trabajo. Es cierto que en el recogimiento se desata mucho más el demonio con el combate de pensamientos para desbaratar la quietud del alma y apartarla de aquel dulcísimo y segurísimo trato interior, poniéndola horror para que la deje, yendo a ella las más veces como si la llevasen a un tormento rigurosísimo.
74. Con este conocimiento dijo la Santa en la carta referida: Las aves, que son los demonios, pican y molestan al alma con las imaginaciones y pensamientos importunos y los desasosiegos que en aquella hora trae el demonio, llevando el pensamiento y derramándolo de una parte a otra; y tras el pensamiento se va el corazón, y no es poco el fruto de la oración sufrir estas molestias e importunidades con paciencia. Esto es ofrecerse en holocausto, que es consumirse todo el sacrificio en el fuego de la tentación, sin que de allí salga cosa de él. Véase cómo alienta esta celestial maestra a sufrir y padecer los pensamientos y tentaciones, porque mientras no se consientan, doblan la ganancia.
75. Tantas cuantas veces te ejercitaras en arrojar con suavidad estos vanos pensamientos, otras tantas coronas te pone el Señor en la cabeza, y aunque te parece no haces nada, desengáñate, que agrada al Señor mucho un buen deseo con firmeza y estabilidad en la oración.
76. Porque el estar allí (concluye la Santa) sin sacar nada, no es tiempo perdido, sino de mucha ganancia, porque se trabaja sin interés y por sola la gloria de Dios, que aunque le parece que trabaja en balde, no es así, sino que acontece como a los hijos que trabajan en las haciendas de sus padres, que aunque a la noche no llevan jornal, al fin del año lo llevan todo. Mira cómo califica la Santa nuestra enseñanza con su preciosa doctrina."

                                                                         Guía Espiritual de Miguel de Molinos, Libro I, Capítulo XI