· Guía Espiritual · Libro III · Capítulo XII ·


                                                                  · Capítulo XII·

La soledad interior es la que principalmente conduce para alcanzar la interior paz

112. Sabrás que aunque la soledad exterior ayuda mucho para alcanzar la interior paz, no es ésta de la que habló el Señor cuando dijo por su Profeta: Llevaréla a la soledad y la hablaré al corazón (Oseas, 2), sino de la interior, que es la que únicamente conduce para alcanzar la preciosa margarita de la paz interior. Consiste la interior soledad en el olvido de todas las criaturas, en el desapego y perfecta desnudez de todos los afectos, deseos y pensamientos, y de la propia voluntad. Esta es la verdadera soledad, donde descansa el alma con una amorosa e íntima serenidad en los brazos del sumo bien.
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113. ¡Oh, qué infinitos espacios hay dentro del alma que ha llegado a esta divina soledad! ¡Oh, qué Íntimas, qué retiradas, qué secretas, qué anchas y qué inmensas distancias hay dentro de la feliz alma que ha llegado a ser verdaderamente solitaria! Allí trata y se comunica el Señor interiormente con el alma. Allí la llena de sí, porque está vacía; la viste de su luz y amor, porque está desnuda; la eleva, porque está baja; y la une y la transforma en sí, porque está sola.

114. ¡Oh apacible soledad y cifra de eternos bienes! ¡Oh espejo donde se mira de continuo el Padre Eterno! Con razón te llamas soledad, porque estás tan sola que apenas hay un alma que te busque, que te ame y te conozca. ¡Oh divino Señor! ¿Cómo las almas no caminan a esta gloria de la tierra? ¿Cómo pierden tanto bien por un solo afecto y deseo de lo criado? ¡Oh qué dichosa serás si lo dejas todo por Dios! A él sólo busca, a él sólo anhela y por él sólo suspira. No quieras nada y nada te dará molestia, y si deseares algún bien, aunque espiritual, sea de manera que no te inquiete cuando no se consiga.
115. Si con esta libertad dieres a Dios el alma desapegada, libre y sola, serás la más feliz de las criaturas de la tierra; porque en esta santa soledad tiene el Altísimo su habitación secreta. En este desierto y paraíso se deja Dios tratar, y solamente en este interior retiro se oye aquella maravillosa, eficaz, interior y divina voz. Si quieres entrar en este cielo de la tierra, olvida todo cuidado y pensamiento, desnúdate de ti misma para que viva el amor de Dios en tu alma. Vive cuanto pudieras abstraída de las criaturas, entrégate en todo a tu Criador y ofrécete en sacrificio, en paz y quietud de espíritu.
116. Sabe que cuanto más el alma se desnuda, tanto más se va entrando en la interior soledad y tanto más queda de Dios vestida; y cuanto más el alma queda sola y vacía de sí misma, tanto más el divino espíritu la llena.
117. No hay vida más beata que la solitaria; porque en esta feliz vida se da Dios todo a la criatura y la criatura toda a Dios por una Íntima y suave unión de amor. ¡Oh qué pocos llegan a gustar esta verdadera soledad! Para ser el alma verdadera solitaria debe olvidarse de todas las criaturas, y aun de sí misma; de otro modo no podrá llegarse interiormente a Dios.
118. Muchos dejan todas las cosas temporales, pero no dejan su gusto, su voluntad y a sí mismos, y por esto son tan pocos los verdaderos solitarios, porque si el alma no se desapega de su gusto, de su deseo, de su voluntad, de los espirituales dones y del descanso, aun en el mismo espíritu, no podrá llegar a esta suma felicidad de la interior soledad.
119. Camina, oh alma bendita, camina sin detenerte a esta bienaventuranza de la interior soledad. Mira que te da Dios voces para que te entres en tu interior centro, donde te quiere renovar, mudar, llenar, vestir y enseñar un nuevo y celestial reino, lleno de alegría, de paz, de gozo y serenidad.


                                                                                    Guía Espiritual de Miguel de Molinos, Libro III, Capítulo XII