· Guía Espiritual · Libro III · Capítulo XIX ·


                                             · Capítulo XIX·


                                       De la verdadera y perfecta aniquilación


179. Has de saber que en sólo dos principios está fundada toda esta fábrica de la aniquilación. El primero es tenerse en baja estima a sí mismo y a todas las cosas del mundo, de donde ha de nacer el poner en práctica la desnudez y renunciación de sí mismo y de todas las cosas, con una santa resolución, con el afecto y la obra.
180. El segundo principio ha de ser una grande estimación de Dios, para amarle, adorarle y seguirle sin género de interés propio, aunque sea el más santo. De estos dos principios ha de nacer una plena conformidad con la divina voluntad. Esta eficaz y práctica conformidad con la divina voluntad en todas las cosas conduce al ánima a la aniquilación y transformación con Dios, sin mezcla de raptos ni éxtasis exteriores ni afectos vehementes, porque este camino es sujeto a muchas ilusiones, con peligro de enfermedades y fatigas del entendimiento, por cuya senda es raro el que llega a la cima de la perfección, que se alcanza por este otro camino seguro, firme y fiel, aunque no sin pesada cruz, porque en ella está fundada la vía regia de la aniquilación y perfección. A la cual se siguen muchos dones de luz y divinos afectos, con otros infinitos gratis datos, pero de todos se ha de desnudar el alma aniquilada, si no quiere que le sean de impedimento para pasar a la deificación.
181. Haciendo el alma continuo progreso de su bajeza, debe caminar a la práctica de la aniquilación, que consiste en el aborrecimiento de la honra, dignidad y alabanza; porque a la vileza y al puro nada no es razón se le dé la dignidad y la honra.
182. Al alma que conoce su vileza le parece imposible merecer nada, antes bien se confunde y se conoce indigna de la virtud y alabanza. Esta abraza con igualdad de ánimo todas las ocasiones de menosprecio, persecución, infamia, confusión y afrenta, y conociéndose verdaderamente merecedora de semejantes oprobios, da al Señor las gracias cuando se ve en las ocasiones porque la trata como merece, y aun se reconoce indigna de que con ella obre su justicia, pero sobre todo se alegra del desprecio y afrenta porque resulta para su Dios una gran gloria.
183. Elige siempre esta alma lo más bajo, vil y despreciado, así de lugar como de vestido y todo lo demás, sin afectación ninguna de singularidad, juzgando que la mayor vileza excede siempre a sus méritos, y aun de aquella se reconoce indigna. Esta práctica hace llegar al alma a una verdadera aniquilación de sí misma.
184. Comienza el alma que quiere ser perfecta a mortificar sus pasiones; aprovechada ya en este ejercicio, se niega; luego, con la divina ayuda, pasa al estado de la nada, donde se desprecia, se aborrece a sí misma y se profunda, conociendo que es nada, que puede nada y que vale nada; de aquí nace el morir en los sentidos y en sí misma de muchas maneras y a todas horas; y, finalmente, de esta espiritual muerte se origina la verdadera y perfecta aniquilación. De manera que cuando ya el alma está muerta a su querer y entender, se dice con propiedad que llegó al perfecto y dichoso estado de la aniquilación, sin que la misma alma lo llegue a entender, porque no sería aniquilada si llegase ella a conocerlo. y aunque llegue a este feliz estado de aniquilada, importa el saber que siempre tiene más y más que caminar, que purificar y aniquilar.
185. Sabrás que esta aniquilación, para que sea perfecta en el alma, ha de ser en el propio juicio, en la voluntad, en los afectos, inclinaciones, deseos, pensamientos y en sí misma, de tal manera que se ha de hallar el alma muerta al querer, al desear, procurar, entender y pensar, queriendo como si no quisiera, deseando como si no deseara, entendiendo como si no entendiera, pensando como si no pensara, sin inclinarse a nada, abrazando igualmente los desprecios como las honras, los beneficios como los castigos.
186. ¡Oh, qué dichosa alma la que así se halla muerta y aniquilada! Ya ésta no vive en sí, porque vive Dios en ella; ya con toda verdad se puede decir que es otra fénix renovada, porque está trocada, espiritualizada, transformada y deificada.
                                               
                                                                                      Guía Espiritual de Miguel de Molinos, Libro III, Capítulo XIX